Avionazo en la Plazuela. Intervenvención de Said Dokins. Plaza de la Aguilita
Habitar: No Autorizado
Sobre Avionazo en la plazuela. Said Dokins 2010
Habitar y espacio urbano.
La noción de habitar está relacionada con el movimiento, con lo vital y tal vez con nuestro sentido de pertenencia. En el transitar encontramos el secreto del espacio, hacemos recorridos, nos reconocemos y construimos de manera literal y simbólica un lugar, de tal modo que esa espacialidad secreta se configura como un esqueleto transparente en cualquier emplazamiento creado, en una delgada línea entre el aparecer y el estar oculto, pero en la acción misma del hacer, en el constante cambio, en las relaciones imaginadas de lugares, redescubrimos el espacio hacia el sentido de habitar, desde la percepción, los sitios transitorios, del entender, pensar y contribuir a la forma en la que coexistimos en relación a lo demás, al mundo[1].
La idea de crear espacios habitables, ciudades habitables, tiene que ver con una sentencia de pensar en éste modo de existir, en una reflexión históricamente móvil en la que realmente estamos en constante aprendizaje o ignorancia, estaríamos hablando no sólo de la descripción del modo en que somos en el mundo, sino de cómo deberíamos de ser. Iván Ilich nos hace pensar en el sentido de comunidad como ejercicio esencial para habitar, en la preocupación por el otro, en la ayuda mutua, pero también en el deterioro y consecuencias que trae la utilización de herramientas y tecnologías que impiden la habitabilidad, mecanismos de un des-habitar. Al parecer habitar implica una correlación ética del espacio y la generación de lugares.
La urbe en la que vivimos es la constatación de la falta de un pensar ético del habitar y sobretodo de los mecanismos de control que nos obligan a una lucha constante por sobrevivir, por recuperar la libertad usurpada, un habitar en estado fragmentario.
La invasión de territorios simbólicos, personales y colectivos, identidades culturales en relación conflictiva, centralización de poder y procesos migratorios generan en la urbe, una gran trama de costumbres, comportamientos, inteligencias colectivas y formas ideológicas cambiantes, redes sociales de mutación acelerada bajo el anonimato o bajo opresión constante, pero en busca de su sitio o de su libertad de construcción.
Podemos ver que la enorme complejidad de los fenómenos urbanos dan lugar a ciudades extrañas, desde el área metropolitana y conurbada, hasta las megalópolis donde se mezclan centros urbanos, derivando en una serie de problemáticas como el deterioro del medio ambiente por la cantidad exagerada de residuos, contaminación atmosférica que va desde autos o fábricas, industrias y desechos biológicos; contaminación acústica con el ruido de la ciudad, contaminación de agua, escasez de viviendas, tráfico, segregación social y marginalidad.
La manera en que se ha desarrollado nuestra ciudad nos obliga a construcciones, procuración de cobijo y defensa distópicas, muy cercana a los cuentos de cyberpunk, donde la noción de habitar está vinculada a su propio fracaso, como la reconstrucción, a partir de los despojos que han dejado los elementos de inhabitabilidad, para la recuperación de un vago recuerdo de coexistencia de sentido común.
Línea del terror.
Generalmente en mi trabajo se encuentra el símbolo de la muerte en relación al conflicto de poder, destrucción, supervivencia, y pensamientos fundacionales, míticos o explicativos del mundo, de los problemas o de pensamientos que reflejan una situación actual.
La zona urbana me ha tragado y desde siempre he vivido en ella, a pesar de que conozco la calle, todo el tiempo me sorprende, me preocupa y me intimida lo incierto que puede ser salir, hacer determinados actos y regresar ileso. Me agobia y me inquieta la velocidad, la cantidad de manchas y colores que veo en la ciudad, los conflictos y las penurias, la actitud defensiva de los que aquí vivimos, la multitud y la disfuncionalidad de una ciudad en estado putrefacto.
Esta gran urbe con sus grandes problemas me orienta a reflexionar sobre las relaciones de poder y a darme cuenta de lo insignificante que podemos ser algunos dentro de la ciudad, del desecho social y de la condición de control en la que estamos sometidos, pero también en nuestra capacidad de acción, de organización y de energía de trabajo, de romper esquemas de legalidad. Trabajando en el espacio urbano podemos señalar situaciones, incidir de algún modo en la vida cotidiana de las personas y de pasar de intereses privados a intereses públicos.
En el caso específico de Avionazo en la plazuela, me asaltó la secuela de la campaña de exterminio estadounidense abanderada de una causa en contra del terrorismo, intimidación con cara de imperialismo paranóico. Las últimas noticias de escenarios creados y terror obsesivo que tuvimos hace un año con la muerte del Secretario de Gobernación en un supuesto accidente aéreo, fueron los detonadores para la pieza que hice en la Plaza del Aguilita, una forma satírica de los mecanismos de amenaza y poder en los que estamos inmersos, de las farzas políticas y escenarios creados a costa del sufrimiento y la perturbación de otros, de personas consideradas prescindibles. Lo posible que es para algunos dentro de esferas de poder, de destruir un avión, personas, edificaciones, monumentos, ciudades, como si se tratara de un juego, del movimiento de una pieza de ajedrez o de lanzar un dardo sobre un corcho.
El avionazo es ésta representación de lo violento visto como un juego de grandes titanes.
Al integrarse la intervención en una plaza pública, de carácter vecinal, barrial y con una historia simbólica del surgimiento azteca, el acto violento se vuelca en contra de la historia, sobre el barrio, sobre los que supuestamente el Estado tendría que proteger.
Espacio público y fluctuaciones.
Esta evocación en el espacio público, posiciona el tema en un espacio social colectivo, se activa por los elementos simbólicos, pero queda a la vez distante a las personas y transeúntes, es decir, no descifrable en el sentido literal, pues no intenta esta señalización como consigna política o acción directa, sino más bien a través del juego, produciendo diversos niveles de lectura.
Algo que ha ayudado en este sentido a la pieza es el lanzamiento de las personas que vivían en un edificio junto a la Plaza del Aguilita, mucho de los cuales hicieron un campamento en las orillas de la jardinera donde cae estrellado el avión de papel, esto ha generado una serie de conflictos entre las autoridades, los vecinos y las personas lanzadas, ya que al crear esas viviendas, presionan a la autoridad a otorgarles un sitio o una reubicación, los vecinos no están conformes con que estén ahí y se quejan de que sean unos paracaidistas. Un comentario singular, el de una vecina que dice:
“…ahora tenemos aviones y paracaidistas… haber porque no les preguntan ¿que tal el aterrizaje?”
De alguna manera está implícito el sentido del acto violento del avionazo, reforzado por el de los paracaidistas.
Las formas también de reproducción del acto, atestiguan un impacto más bien sutil, ya que algunos niños comenzaron a hacer aviones de papel mientras montábamos las piezas, después de ver varias aviones pegadas en las paredes.
Acto subversivo
Desde que hago graffiti mi relación con lo no autorizado, con el acto ilegal ha marcado muchas formas en las que opero, trato siempre de salirme con la mía,
de hacer lo no esperado, de estar en el límite de lo legal.
En el caso del avionazo, no había una intención de lucha contra del sistema hegemónico y el poder en un acto directo de choque, si no más bien aprovechar para que desde el sistema, es decir de los mecanismos de validación establecidos, ya que el proyecto en sí mismo fue apoyado, actuar como agente subversivo.
Said Dokins 2010
[1] Para Heidegger, habitar es el Buan, como “la manera según la cual los hombres somos en la tierra” pero en relación a una totalidad Cuaternaria. el hombre, la divinidad, el cielo y la tierra. Véase la conferencia Construir, habitar Pensar[Bauen, Wohnen, Denken] (1951) conferencia pronunciada en el marco de la "segunda reunión de Darmastad", publicada en Vortäge und Aufsätze, G. Neske, Pfullingen, 1954. Traducción de Eustaquio Barjau, en Conferencias y Artículos, Serbal, Barcelona, 1994.